En este episodio de Awtana Amplify, César Hernández, CTO de Awtana, conversa con Andrés Gómez —consultor en estrategia, comunicación, mentor y experto en manejo de crisis— sobre un concepto que cada vez gana más relevancia: la reputación como activo estratégico. Lejos de ser solo una percepción o un adjetivo bonito, la reputación se está convirtiendo en un factor determinante para el crecimiento sostenible de personas y empresas.
En un mundo donde la inteligencia artificial nivela el terreno de juego, un emprendedor individual puede competir con gigantes si cuenta con algo clave: credibilidad. Desde cómo construir una marca personal coherente, hasta cómo usar la IA como potenciador sin perder el criterio humano, Andrés comparte una visión poderosa sobre el futuro de la reputación y el surgimiento de nuevos liderazgos como el del Chief Reputation Officer.
Este episodio es una invitación a repensar cómo usamos la tecnología, cómo nos comunicamos y, sobre todo, cómo dejamos huella. Porque en esta nueva economía de la confianza, lo que haces vale más que lo que dices.
¿Puede un emprendedor competir con Google?
Aunque suene ambicioso, la respuesta es sí. No desde el tamaño, el presupuesto o la infraestructura, sino desde algo más poderoso y accesible: la reputación personal. Andrés Gómez lo resume con una metáfora brillante: “Marca es el perfume que te echas; reputación es el olor que dejas”. Si eres un emprendedor de una sola persona —un "unicornio individual"—, ese olor, esa impresión duradera, es tu mayor ventaja competitiva.
Las grandes marcas nacieron de pequeños inicios: Apple en un garaje, Google como un proyecto universitario, Microsoft con dos socios y una visión. Lo que las hizo crecer no fue solo su tecnología, sino la confianza que generaron en su comunidad. Y eso está al alcance de cualquier emprendedor que decida tomarse en serio su reputación desde el día uno.
Construir una marca personal sólida implica cuidar cada punto de contacto: cómo respondes a un mensaje, cómo entregas tu producto, cómo manejas una queja. En un mercado hiperconectado, donde todo deja rastro, ser coherente y confiable puede posicionarte por encima de competidores con mucho más músculo financiero.
Además, en la era de la inteligencia artificial, las barreras de entrada se reducen. Hoy, un solo emprendedor bien equipado con herramientas tecnológicas puede automatizar procesos, escalar operaciones y proyectar una imagen profesional. Pero todo eso será en vano si no hay una reputación que lo respalde. Por eso, en esta nueva economía de la confianza, un solo profesional con propósito, credibilidad y constancia puede competir —y ganar— frente a gigantes.
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Inteligencia artificial como potenciador, no reemplazo
Uno de los grandes temores frente al avance de la inteligencia artificial es la idea de que sustituirá al ser humano. Sin embargo, como lo menciona Andrés Gómez en el podcast, esta tecnología no debe entenderse como una amenaza, sino como un potenciador estratégico. La IA no viene a reemplazarte, viene a ayudarte a pensar mejor, más rápido y con más perspectiva. La clave está en cómo se usa. Cuando se integra en procesos estratégicos —como el diseño de comunicaciones, la gestión de reputación o la toma de decisiones—, la IA actúa como un copiloto. Andrés lo compara con Waze: te da rutas, te sugiere caminos, te ayuda a evitar el tráfico… pero tú sigues al volante. Tú decides por dónde ir. En lugar de limitar nuestra creatividad o intuición, la inteligencia artificial puede ampliarlas:
Como lo plantea Andrés, lo que la IA nos ofrece no es un atajo, sino una forma más inteligente y estratégica de llegar a donde queremos. Se convierte en ese aliado silencioso que, si se utiliza con intención, puede mejorar tu capacidad de liderar, comunicar y construir confianza. La IA no reemplaza el criterio, lo refuerza. Y en reputación, eso puede marcar toda la diferencia. ¿Deberíamos automatizar la gestión de reputación? |
En una época en la que la inteligencia artificial permite automatizar tareas cada vez más complejas, surge una pregunta crítica: ¿puede —y debe— automatizarse también la gestión de la reputación? Andrés Gómez responde con una visión matizada: sí se puede automatizar parte del proceso, pero no se debe delegar completamente. La automatización es una herramienta, no una estrategia en sí misma.
Existen muchos aspectos que sí pueden —y deben— ser automatizados:
- Recolección de datos a través de encuestas de satisfacción (NPS), monitoreo de redes sociales y análisis de menciones en tiempo real.
- Alertas automatizadas ante cambios bruscos en la percepción del cliente o picos de insatisfacción.
- Análisis de sentimiento en opiniones, reseñas y mensajes de clientes.
- Informes periódicos que permiten a los líderes visualizar la evolución de su reputación.
Pero hay algo que la IA no puede hacer: tomar decisiones con criterio, ética y empatía. Automatizar es útil para detectar, diagnosticar e incluso sugerir, pero el juicio sobre qué hacer con esa información sigue siendo humano. ¿Cómo respondo ante una crítica inesperada? ¿Qué tono uso? ¿Qué valores quiero reforzar? Son decisiones que requieren sensibilidad, contexto y visión de largo plazo.
Andrés hace una analogía poderosa: pararte en la balanza y saber tu peso no sirve de nada si no estás dispuesto a cambiar tus hábitos. La automatización te puede decir que tienes un problema reputacional; lo que realmente genera impacto es lo que haces después con ese dato.
Por eso, la clave está en construir un modelo híbrido: aprovechar la tecnología para ser más rápidos y precisos, pero mantener el liderazgo y el propósito en el centro. La reputación, al fin y al cabo, no es una métrica técnica. Es una promesa cumplida que se recuerda, se recomienda… o se cuestiona.
El futuro: un Chief Reputation Officer en cada empresa
A medida que la reputación se consolida como un activo financiero estratégico —al mismo nivel que los ingresos, el EBITDA o el market share—, empieza a surgir una figura clave dentro del C-suite: el Chief Reputation Officer (CRO). Según Andrés Gómez, este rol no solo velará por la imagen de marca, sino que será responsable de garantizar que exista coherencia entre lo que la empresa promete, lo que hace internamente y cómo es percibida externamente.
El CRO será quien supervise que las promesas comunicacionales no se queden en eslóganes, que las acciones de los equipos estén alineadas con los valores declarados y que las crisis se enfrenten con preparación, datos y empatía. Este perfil no es un vocero ni un jefe de prensa: es un estratega transversal que conecta reputación con cultura, servicio, liderazgo, ventas y experiencia del cliente.
Además, con la ayuda de herramientas de inteligencia artificial, este nuevo líder tendrá la capacidad de:
- Anticipar crisis a partir de análisis predictivos.
- Medir el impacto reputacional de campañas, cambios de producto o decisiones corporativas.
- Identificar puntos de fricción en la experiencia del cliente que puedan afectar la percepción de marca.
- Tomar decisiones más informadas sobre inversiones en marca, canales de comunicación o responsabilidad social.
Conclusión
La conversación entre César Hernández y Andrés Gómez en Awtana Amplify deja claro que la reputación ha dejado de ser un concepto abstracto. Hoy, es un activo estratégico que impulsa el crecimiento, la confianza y la diferenciación tanto para grandes marcas como para emprendedores individuales.
En un entorno marcado por la hiperconectividad y la irrupción de la inteligencia artificial, la capacidad de construir una marca personal coherente, automatizar con criterio y actuar con liderazgo consciente marca la diferencia. La IA no reemplaza, potencia. Y en ese nuevo contexto, la reputación no es solo lo que otros piensan de ti, sino la coherencia constante entre lo que dices, haces y representas.
La figura emergente del Chief Reputation Officer resume esta nueva realidad: necesitamos líderes que conecten la estrategia con los valores, que usen la tecnología para anticiparse, y que gestionen la confianza con la misma seriedad que el flujo de caja.
Porque en el futuro, la ventaja no será tener más recursos, sino tener una reputación sólida que respalde cada decisión. Y ese futuro ya empezó.